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¿Moral, no más?

La denuncia del arquitecto Valenzuela, así como en muchísimas otras entradas que él hubo publicado, me parece lamentablemente inatendida. Cada frase escrita y cada opinión dada eran como copias fidedignas de lo que yo mismo llevaba pensando en cuanto al tema. Pero haciendo una breve reflexión me he topado con una realidad demasiado amarga como para que aquellos de nobles intenciones pero de espíritu enclenque puedan mantener la mirada en alto por mucho tiempo: Somos impotentes.


Primer trágico punto: Alguien como Valenzuela no parece tener el control para revertir tantas metidas de pata. Que no se entienda esto como una afrenta. En realidad es un reconocimiento al tomarlo como el ejemplo de alguien sobradamente capaz. Los hoy profesionales de mentes bastante conscientes no están cosechando ningún fruto a partir de sus observaciones y denuncias. ¿Qué puede quedar los estudiantes? La noción de un hecho tan crudo hace que uno quiera esconder la cola entre las patas.

Segundo desasosiego: Probablemente, para cuando adquiramos la potestad como para obrar, ya será tarde. El plan en curso del embovedamiento habrá estado mucho muy fraguado para cuando quien escribe y otros puedan tomar cartas en este asunto. Para entonces, la solución sería un "desembovedamiento". Pero ya se puede anticipar la resistencia a la propuesta de invertir más dinero para deshacer aquello que ya requirió bastante. A no ser que se posea el control total, no será posible.


El dilema más importante trata el tema de nuestros ríos a mayor escala, no solo hablando del embovedamiento. Posiblemente el tapado de los ríos nazca más de la pestilencia que se quiere evitar que de los riesgos topográficos. Es natural querer taponar una cloaca para que su hedor no nos contamine las narices. Estas obras son sólo una más de las erróneas actitudes que tenemos para con las aguas del río. No hay mucho por decir que no se sepa: éste es el inodoro de La Paz.


¿Cómo cambiar las actitudes de prácticamente un millón de personas? No existe una solución rápida a un problema tal. El espíritu de descuido y de indiferencia sigue engrosándose con cada generación que pasa. Toda la sociedad que defeca en el Choqueyapu no es distinta que un niño que está siendo malcriado. Es necesario corregirnos; si se tiene aprecio por la ciudad, por nuestro ecosistema y por su paisaje, se podrá sentir la urgencia de tomar acciones. Lamentablemente, a un niño caprichoso hay muy pocas formas de enrectarlo. Muchos padres sabrán que la única ruta es el castigo. Debemos experimentar un castigo que sea tal que se nos quede grabado en hasta en los hijos que aún no nos han nacido. Algo que nos haga estar en vilo. Si no es acción de la Naturaleza, entonces debe surgir el movimiento por parte del género humano; pero entonces nos adentramos en el campo de lo políticamente incorrecto. Napoleón III no tuvo problemas en pisotear al pueblo parisiense para sentarse en un trono; tampoco parece haber tenido problemas en destrozar la problemática ciudad de París para que Hausmann la rediseñase. Hoy en día se pueden apreciar avenidas amplísimas y boulevares inigualables, pero no se ve que las fundaciones de este nuevo París están hechas a partir de cierta mezcla de ultraje. Empero el resultado es bellísimo.

Si en el futuro se consigue desenterrar nuestra hidrografía, muy probablemente sea por parte de una mano férrea pero consciente. Representaría un milagro si acaso es todo un movimiento popular acordado por los paceños a voluntad el que rescata las aguas hoy negras. En el caso de que la fuerza indiscutible sea quien abra de nuevo las bóvedas del Choqueyapu, probablemente se pueda dar el lujo también de solucionar con igual severidad problemas tales como el loteaje y la pésima distribución de nuestra ciudad.


Pero añorar un fascismo consciente y salvador no es una opción para muchos que primero velan por sus derechos particulares. Entonces se tiene que estar dispuesto a resignarse; a convencerse de que no será sino hasta el final de nuestras vidas cuando nuestros problemas sean resueltos finalmente. Con dicha resignación, se puede entonces buscar alguna solución que lidie al menos un poco con nuestra verguenza. Que, por lo menos, las aguas de los ríos abandonen La Paz tan claras como ingresaron. Constrúyase algún filtro. Alguna clase de planta. Algo, cuanto sea, que pueda redimir algo de nuetros malhábitos.


Artículo:

"Seguimos Embovedando Ríos!!!"


 
 
 

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